¡ES TIEMPO DE RESISTENCIA!

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¡ES TIEMPO DE RESISTENCIA!
Es necesario transformar la vida para cantarla enseguida

Manifiesto fundacional de Resistencia, Corriente interna del PSOL

“Levántense, como leones que despiertan
tantos, como una tropa invencible
Agite sus cadenas para que ellas caigan
Como el rocío caía sobre ustedes
Ustedes son muchos, ellos son pocos.”
Percy Bysshe Shelley (1819).

Vivimos tiempos de muros y miedos
El escritor mozambiqueño Mia Couto nos recordó hace algunos años que vivimos tiempos sombríos, envueltos por el miedo y rodeados por muros que separan fronteras nacionales y apartan clases sociales. En sus palabras, “bajo las mismas nubes grises vivimos todos nosotros, del sur y del norte, del occidente y del oriente”. Citando a Eduardo Galeano, enumera: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de nunca encontrar trabajo. Cuando no tienen miedo del hambre, tienen miedo de la comida. Los civiles tienen miedo de los militares, los militares tienen miedo de la falta de armas, las armas tienen miedo de la falta de guerras”. Y añade: “hay quien tenga miedo de que el miedo acabe”.

En su continuo esfuerzo para superar sus insuperables contradicciones, el capital avanza por los caminos sangrientos de las guerras y de la devastación social. Las bombas lanzadas y las guerras civiles armadas por las potencias capitalistas en el sur del globo, llevan a la muerte a cientos de miles de víctimas de las armas y otros tantos que continúan muriendo por la violencia del hambre, o de las olas y de las fronteras, en los desesperados intentos de migrar. La violencia del capital en los países centrales acoge a refugiados y migrantes con xenofobia y racismo. Pero no ahorra a los nacionales, pues las políticas de austeridad retiran derechos y empujan hacia la miseria a sectores cada vez más grandes de la clase trabajadora de las naciones más desarrolladas. Pero, si para el 99% de la población la situación es desastrosa, para la personificación del capital -la burguesía- es rentable: del 82% de la riqueza mundial producida en 2016-2017 se apropió el 1% más rico de la población. “El capital es trabajo muerto, que como un vampiro vive solo de la succión de trabajo vivo, y vive más, en tanto más trabajo vivo chupe”, explicaba Marx hace ya un siglo.

Así, donde la guerra convencional no se hace necesaria, la guerra social continúa chupando la sangre de la clase obrera. En el Brasil de los últimos años, unificada en torno a la propuesta de realizar rápidamente los más profundos ataques a la clase trabajadora, la burguesía movilizó sectores medios bajo el mote del “combate a la corrupción”, para apoyar un golpe parlamentario que llevó al gobierno de Temer y sus partidarios, comprometidos con el más devastador programa de austeridad. Dos años después de su llegada al poder, somos más de 13 millones de desempleados, con un cuarto de la población que vive por debajo de la línea de pobreza y el salario medio de los ocupados cayendo significativamente, más de la mitad de ellos recibiendo menos de un salario mínimo al mes.

Ante ese cuadro de retroceso generalizado, por cierto que el gobierno de Temer es de una impopularidad impar, pero él se sostiene atacando las más elementales libertades democráticas y profundizando la violencia de la forma por aquí asumida por la dominación de clases desde siempre. Décadas de “guerra a las drogas” no resultaron sino en un crecimiento continuo de la violencia, especialmente contra las fracciones más precarizadas y pauperizadas de la clase trabajadora, mayoritariamente negras, que habitan las favelas y las periferias de las grandes ciudades brasileñas. Son ellos los que componen la mayoría de las decenas de miles de asesinados cada año (muchos de ellos, por la policía) y de los más de 700.000 presos de una población carcelaria que crece cada año. Aquellas y aquellos que se atreven a levantar la voz contra esa máquina matar y encarcelar creada y alimentada por el Estado, también son blancos de ella. El asesinato político de la concejala carioca Marielle Franco fue el ejemplo más impactante de la elevación del nivel de la práctica ya antigua de asesinatos de líderes indígenas, sin tierras, sin techos, sindicalistas urbanos y rurales y activistas sociales de los más diferentes movimientos de los oprimidos.

En nombre del supuesto combate a la corrupción y a la violencia urbana, asistimos a las más absurdas maniobras jurídicas que eliminan derechos civiles elementales. Hemos observado también, desde la década pasada, el recurso cada vez más frecuente de convocatoria de las fuerzas armadas para tareas de seguridad pública, culminando con el reciente decreto de intervención federal militar en Río de Janeiro, en una escalada represiva que viene acentuando el blindaje del régimen democrático brasileño contra cualquier manifestación de descontento de los explotados y oprimidos, revelando una vez más la cara autocrática de la dominación burguesa.

La corrupción y la violencia han sido invocadas por una ultraderecha de inspiración nítidamente fascista, que crece en capacidad de movilización, volviéndose más audaz en sus acciones violentas contra los sectores oprimidos y las representaciones de izquierda y de los movimientos sociales, así como más ambiciosa en sus pretensiones político-electorales. Su alimento es el miedo.
Nosotros, sin embargo, no tenemos miedo de que el miedo acabe.

Somos muchos, ellos son pocos
Somos parte del 99%. Somos muchos, ellos son pocos. Por eso recurren a toda suerte de medidas coercitivas y a todo el arsenal de convencimiento, plantando cada vez más el miedo para recoger sumisión.

Si queremos derrotarlos -¡y cómo queremos!- es necesario organizar a los muchos y muchas, la clase trabajadora por delante, movilizados en torno a un programa de transformaciones sociales radicales, un programa radicalmente anticapitalista, de combate a toda forma de explotación y opresión de un ser humano por otro, el machismo, el racismo, la lgbtfobia, la xenofobia, un programa que no tenga miedo de resistir en el presente, apuntando a la alternativa de futuro: el socialismo.

Gran parte de la responsabilidad por la situación a la que llegamos debe ser atribuida a los partidos, movimientos y dirigentes de la clase obrera que, desde los años 1990, al menos, pero más acentuadamente después de la llegada del Partido de los Trabajadores al Gobierno Federal, renunciaron al programa socialista y a toda política que represente autonomía de clase. En nombre de la conciliación de clases, desarmaron la contestación al orden. No es casual que ya cuando su declaración en el Congreso Nacional se anunció, Dilma Rousseff exigió el camino de la política de austeridad, intentado convencer a los de arriba de su utilidad su, en lugar de tratar de movilizar a los de abajo para su defensa.

Incluso fuera del gobierno, los dirigentes petistas y sus representantes en los movimientos sociales no rompieron con la lógica de la conciliación. Cuando la huelga general de 28 de abril de 2017 demostró que la indignación con el estado de las cosas podría generar movilizaciones de masas capaces de derrotar al gobierno, las direcciones conciliadoras retrocedieron, boicoteando los movimientos posteriores, con la expectativa de volver a ser aceptadas en la sala de la cena del poder burgués, alimentando la ilusión de que todo volvería a ser como antes, con Lula-allá en 2018. No entendieron que cuando “allá” estuvieron, eran sirvientes, no comensales.

El resultado de tanta sumisión al orden está ahí: Lula, líder de las encuestas electorales, encerrado en una solitaria, como resultado de un proceso judicial tan frágil desde el punto de vista de las pruebas, como fuera el proceso de impeachment de Dilma. Con él nos solidarizamos, en esta situación, de la misma forma que nos opusimos al golpe, porque sabemos que cada ataque a los derechos democráticos, cada paso de retroceso institucional, alcanza no solo al PT, sino que busca callar cualquier alternativa de izquierda y sofocar el potencial antisistémico de las luchas de la clase trabajadora. Por eso también trabajamos para, efectivamente, construir frentes de luchas unitarios contra la liquidación de derechos, los ataques a las conquistas democráticas y las amenazas fascistizantes en el horizonte.

Sin embargo, esta disposición de unidad para luchar en torno a objetivos de resistencia, centrales en esta coyuntura de retrocesos, no nos llevará a aceptar el abrazo de los ahogados de los que insisten en la conciliación de clases. La clase trabajadora brasileña necesita de otra izquierda, que no tenga miedo de exponer sus convicciones socialistas y su programa radical de ruptura con el orden burgués.

Invertir el signo de la dispersión
El proceso de reorganización a la izquierda del PT comenzó antes, pero tomó cuerpo tras la llegada de Lula al gobierno federal. El PSOL fue su expresión más significativa en el plano partidario. Construirlo fue una victoria significativa, por representar un movimiento que rompía tanto las barreras de la legislación electoral a las organizaciones políticas construidas a partir de abajo, como con la intención del PT y sus aliados de ser la única voz de los trabajadores y trabajadoras. Por eso, continuaremos construyendo el PSOL, entendiendo su papel como instrumento electoral indispensable para la reorganización de la izquierda socialista en el Brasil de hoy.

Construir el PSOL, por reconocer su importancia, no significa evaluar que él nos basta. En el plano electoral, apostaremos a la construcción de frentes más amplios de partidos socialistas y movimientos combativos de la clase trabajadora, como la que hoy reúne PSOL, PCB, MTST, APIB y otros movimientos sociales, en torno a la candidatura presidencial de Guilherme Boulos y Sonia Guajajara. Una candidatura que trabajamos para lanzar y por la que haremos campaña con entusiasmo.

Consideramos que el PSOL no es suficiente para la clase porque su horizonte todavía es estrictamente electoral y su programa sigue atado a la estrategia democrático-popular, diseñada por el PT en los años 1980 y aún no superada por la izquierda brasileña. Trabajamos por la profundización del proceso de reorganización de la izquierda socialista, porque creemos que es necesario desarrollar un debate programático que nos lleve a otro nivel de comprensión de la realidad brasileña e internacional y presente alternativas de futuro en este difícil presente, capaces de movilizar a la clase, no sólo en las urnas, sino sobre todo en las luchas y en las calles.

Como ya habíamos afirmado en nuestras primeras manifestaciones -tanto a partir de la Nueva Organización Socialista (NOS), como del Movimiento por una Alternativa Independiente Socialista (MAIS) -, no reivindicamos ser los únicos, ni los primeros en levantar estas cuestiones, pero, resaltamos nuestra satisfacción por invertir el sentido recorrido por la mayor parte de las experiencias recientes de la izquierda radical. Somos el fruto de un proceso de fusión, no de fragmentación.

Ya en el 2016, entendíamos “que la coyuntura nos exige sumar fuerzas, evitando caminos autoproclamatorios, sectarismos y dogmatismos”. Al final, nuestro desafío sigue siendo “sobrepasar el cuadro de fragmentación actual, para presentar el ejemplo de una unificación con organicidad, que nos acredite contribuir a la superación de los límites actuales de la izquierda”. No pretendemos, de ninguna manera, partir del cero. “Somos una pequeña rama del gran árbol del marxismo revolucionario mundial” y, por lo tanto, tenemos una bella historia de luchas y experiencias organizativas de la clase trabajadora para inspirarnos y orientarnos. Tampoco pensamos que la organización que ahora fundamos sea suficiente o signifique por sí sola la superación de la fragmentación de los socialistas revolucionarios. Al contrario. Con paciencia y seriedad, continuaremos buscando nuevas síntesis y diálogos. Queremos que el paso que damos ahora sea el primero de muchos otros en el mismo sentido.

Sin olvidar que las referencias no son dogmas y que necesitamos actuar sobre nuestro presente, seguimos fieles al objetivo de “arrancar alegría al futuro”. Al final, como nos enseñó una militante socialista y feminista, hija de exiliados políticos, nacida en Londres en la segunda mitad del siglo XIX, que fue activa en la organización de los sectores más precarizados de la clase trabajadora de entonces:

“Mucha gente no comprende cuánto la noción de felicidad es importante para los socialistas, cómo ella está en el corazón mismo del pensamiento de Marx. Es ella, después de todo, el gran objetivo final de nuestra lucha, la felicidad – no como simple búsqueda del placer individual- sino como autorrealización del ser humano. (…) Muchas personas (…) no se dan cuenta de que ser feliz es algo para ser buscado en el presente; que no debe ser una utopía sino algo necesario, ahora, algo para ser intentado desde ahora, algo que nos hace mejores como personas y por lo tanto más capaces de enfrentar la larga lucha. No creo que exagere cuando pienso que la belleza de la vida, la alegría de vivir es lo que nos debe guiar y es lo que nos puede dar alguna fuerza. Que la revolución significa no solo la búsqueda de la vida y de la libertad, sino la búsqueda de la felicidad”.
Eleanor Marx (1897)

Congreso de Fusión NOS-MAIS
São Paulo (SP), 30 de abril de 2018.